Curiosidades del Papa Francisco: El Lado Más Humano, Sencillo y Auténtico del Primer Papa Argentino
Un pontífice que rompió moldes desde el primer día.
Desde el momento en que apareció por primera vez en el balcón del Vaticano, con una sonrisa tímida y un gesto inédito —pedirle a la multitud que orara por él— el Papa Francisco dejó en claro que no sería un Papa tradicional.
Su sencillez no fue una estrategia, sino una forma de vida que ya lo definía mucho antes del papado.
A continuación, exploramos algunas curiosidades que no solo sorprenden, sino que ayudan a entender por qué fue, para muchos, el Papa más humano y cercano de la historia reciente.
Caminaba por Buenos Aires como un vecino más
Antes de ser elegido Papa, Jorge Mario Bergoglio era una figura conocida en Buenos Aires no solo por sus funciones como cardenal, sino por su forma de vivir: tomaba el subte, viajaba en colectivo, hacía las compras él mismo en la ferretería o el mercado del barrio, saludaba a los vecinos con nombre y apellido.
Una anécdota que varios testigos contaron fue que, durante sus caminatas por la ciudad, muchas personas se acercaban a hablarle… ¡pensando que era un sacerdote común!
Nunca se impuso como figura jerárquica, y eso lo convirtió en alguien querido, incluso por los que no compartían su fe.
El Papa que llamaba por teléfono a desconocidos
Esta es una de las curiosidades más comentadas: durante años, Francisco mantuvo la costumbre de leer personalmente muchas de las cartas que recibía y, de vez en cuando, llamaba por teléfono a las personas que escribían.
Hubo casos insólitos. Una mujer argentina recibió una llamada mientras cocinaba y, al atender, escuchó: “Hola, soy el Papa Francisco”. Pensando que era una broma, cortó la llamada.
Él volvió a llamar minutos después para decir: “De verdad, soy yo”. El motivo: agradecerle por una carta sencilla donde contaba cómo había superado una crisis.
Nunca usó celular ni computadora personal
Aunque era líder de la Iglesia en plena era digital, Francisco nunca tuvo un smartphone ni usó computadora. No tenía e-mail personal ni manejaba redes sociales.
Todos sus mensajes digitales pasaban por el equipo de comunicación del Vaticano.
Cuando se le preguntaba por qué, respondía: “No quiero desconectarme del momento presente. Prefiero mirar a los ojos y escuchar”. Su forma de comunicarse era profundamente analógica… y profundamente efectiva.
Renunció a ver televisión por una promesa a la Virgen
En una entrevista, Francisco reveló que no veía televisión desde 1990. ¿El motivo? Una promesa a la Virgen del Carmen: renunciar a ese hábito como señal de entrega espiritual.
Desde entonces, no volvió a mirar noticieros, series ni películas. Solo escuchaba la radio y se informaba por medio de sus colaboradores.
Es una decisión radical, que muestra su compromiso con la contemplación y el silencio interior en un mundo saturado de estímulos.
Su debilidad: el dulce de leche
Aunque llevaba una vida sencilla, tenía una “tentación” confesada públicamente: el dulce de leche. En una entrevista informal, bromeó: “El dulce de leche es más fuerte que el demonio. Me cuesta decirle que no”.
En su cumpleaños número 78, recibió de regalo… ¡un frasco gigante de dulce de leche argentino! Lo compartió con el personal del Vaticano y dijo: “Este es el tipo de pecado que uno confiesa sin arrepentirse”.
Amaba el tango, pero no lo bailaba como Papa
Durante su juventud, Francisco fue un gran amante del tango. Incluso contó que lo bailaba “con soltura”, y que una de sus actividades favoritas era ir a los bailes porteños en los años 50.
Ya como Papa, conservaba su gusto por la música ciudadana, pero dejó de bailar. En una ocasión, un grupo de artistas argentinos quiso sorprenderlo bailando tango en la Plaza de San Pedro por su cumpleaños.
Él sonrió, agradeció… y aplaudió desde lejos, diciendo con humor: “¡Mi cadera ya no acompaña como antes!”
Su comida favorita era sencilla y siempre compartida
Francisco amaba los ñoquis caseros.
Tenía la tradición de comer ñoquis todos los días 29, como lo marca una costumbre argentina, y colocaba un billete debajo del plato como deseo de prosperidad.
Cocinaba para sí mismo hasta el día en que fue elegido Papa. En Buenos Aires, vivía en un departamento pequeño con cocina propia.
Preparaba minestrones, tortillas, y tenía debilidad por los platos “bien de casa”. Nada de banquetes ni platos gourmet: lo suyo era pan, sopa y una charla en la mesa.
Prefería hablar con gente común antes que con diplomáticos
Una de sus frases más recordadas fue: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir a la calle, que una enferma por quedarse encerrada”.
Eso se aplicaba también a sus relaciones: recibía con la misma atención a presidentes que a barrenderos, a líderes de Estado que a niños de un hospital.
Durante un viaje a Filipinas, interrumpió un acto oficial para bajar del Papamóvil y abrazar a una niña huérfana que lloraba entre la multitud. Después dijo: “A veces, un abrazo tiene más fuerza que 1.000 discursos”.
Humor simple, frases inolvidables
Francisco tenía un sentido del humor cálido y desarmante. En una ocasión, al subir al avión papal para su primer viaje internacional, le preguntaron si estaba nervioso.
Él respondió: “Un poco… pero ya recé un Avemaría y me tomé un mate. Ahora, que sea lo que Dios quiera”.
También solía bromear sobre su edad. Cuando cumplió 85 años, dijo: “Me siento joven. Claro que cuando intento subir escaleras, el cuerpo me recuerda la verdad”.
Un Papa que pedía no ser idolatrado
Una vez, durante una audiencia pública, un hombre intentó besarle los pies. Francisco se agachó, lo levantó y le dijo: “No a mí. A Jesús”.
Para él, el rol del Papa no era el de una figura intocable, sino el de un servidor que guía desde abajo.
Su gesto más poderoso fue lavarle los pies a presos, mujeres musulmanas y personas con discapacidad en cada Jueves Santo. No buscaba aplausos, sino coherencia con el mensaje.
Una despedida que conmovió a Roma… y al mundo
Al morir, el Papa Francisco no quiso homenajes excesivos ni funerales de Estado. Dejó indicado que su cuerpo descansara “como uno más”, sin distinción de oro ni mármol.
Miles de personas pasaron por la Plaza San Pedro no solo para rendirle honor, sino para agradecerle por haber hecho que el papado volviera a parecer humano.
Muchos decían: “No vengo a ver a un santo, vengo a despedir a alguien que parecía uno de los nuestros”.
FAQ – Preguntas frecuentes sobre las curiosidades del Papa Francisco
¿Era verdad que cocinaba él mismo?
Sí. Incluso como arzobispo, cocinaba sus comidas en un departamento modesto. Disfrutaba preparar platos simples como arroz, pollo o pasta.
¿Por qué no quería que besaran su anillo?
Porque consideraba que esos gestos lo alejaban de la gente. Prefería una relación horizontal, de encuentro, no de veneración.
¿Qué libros o música le gustaban?
Leía a Dostoyevski, Jorge Luis Borges y autores de espiritualidad ignaciana. Le gustaba el tango, el folclore argentino y la música clásica.
¿Tenía alguna superstición?
No superstición, pero sí muchas tradiciones populares. Por ejemplo, comer ñoquis el día 29, o tener una estampita de San José durmiendo debajo de su almohada.